sábado, 17 de marzo de 2012

Declaración de la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR)

Escrito por: Corriente Marxista Revolucionaria (CMR)


Es la hora del socialismo: los trabajadores deben tomar el poder y expropiar a los capitalistas
Grecia se ha convertido en el epicentro de los procesos políticos, económicos y sociales que se vienen desarrollando durante los últimos dos años en Europa. Los mal llamados planes de rescate exigidos por las instituciones capitalistas internacionales (FMI, BCE y UE) y la consiguiente aplicación de recortes sociales salvajes, han llevado al país a una catástrofe sin precedentes. Frente a esta situación, un movimiento de lucha protagonizado por cientos de miles de trabajadores, jóvenes, desempleados, y sectores arruinados de las capas medias, se ha levantado sacudiendo la sociedad de arriba abajo, demostrado sobradamente su capacidad para paralizar la nación y poner en jaque las instituciones políticas de la burguesía. Después de numerosas huelgas generales, de manifestaciones históricas, de ocupaciones de empresas, la clase obrera griega ha colocado la cuestión del poder en el orden del día. Sólo ella, al frente de los sectores oprimidos de la sociedad, puede acabar con el caos y el colapso provocado por la crisis del sistema, expropiando a los capitalistas, los bancos, los grandes monopolios y barriendo con la farsa de un parlamento intervenido por el capital financiero internacional. La situación prerrevolucionaria en Grecia avanza con fuerza, creando las condiciones para que una victoria de los trabajadores, a través de la revolución socialista, transforme completamente la situación política en el país, en Europa y en el mundo entero.


El papel de la Unión Europea y los planes de “rescate”

Los acontecimientos en Grecia corroboran el auténtico carácter reaccionario de la Unión Europea, convertida en un instrumento de la burguesía para subyugar no solo a los trabajadores griegos, sino al conjunto de la clase obrera europea, y como ponen de manifiesto los últimos acontecimientos, para someter a todo el continente a la dictadura del capital financiero.

Las últimas medidas de austeridad impuestas por la Troika (UE, BCE y FMI), con el beneplácito de los gobiernos del Continente y aprobadas por un gobierno griego completamente desautorizado por la población, son el pasaporte para que Grecia pudiera acceder al último plan de “rescate”. Un plan que llega después de intensas negociaciones en las que se reconoce que Grecia no podrá hacer frente a sus compromisos de pago de una deuda incontrolable y, por tanto, establece una quita de la misma superior al 53%. Más del 25% de la deuda reclamada (95.000 millones) está formada por créditos con unos elevados tipos de interés otorgados por bancos de la UE (en total 53.000 millones de euros), a cuya cabeza se sitúan los franceses y alemanes. Pero, a pesar de las apariencias, la banca internacional sigue logrando un jugoso negocio a costa del sudor, el desempleo y el hundimiento de las condiciones de vida de la población griega. Como contrapartida a la quita y al nuevo plan de “rescate” que incluye “préstamos” por valor de 130.000 millones de euros, el gobierno griego ha aceptado poner en marcha un nuevo programa de austeridad salvaje. En cualquier caso hay que subrayar que estos préstamos, lejos de destinarse a aliviar las necesidades de la población griega, se dedicarán exclusivamente a pagar el servicio de la deuda y los intereses a grandes bancos e instituciones financieras privadas que poseen títulos de deuda griega. 39.000 millones de euros irán destinados a los bancos griegos, 30.000 millones a otros bancos extranjeros y fondos de inversión privados, y el resto irá a reembolsar parte del valor de los bonos griegos ya caducados.
A cambio de este dinero, la troika envía monitores permanentes a Atenas para que supervisen y garanticen que el dinero no va a otra partida económica diferente, abriendo una cuenta separada y controlada por estos. En otras palabras, se comprueba una vez más que la soberanía nacional es una utopía bajo el dominio del gran capital financiero.
Como señaló un diputado del KKE (Partido Comunista Griego) en el debate parlamentario del 12 de febrero donde se aprobó el nuevo plan de austeridad: “Dejen de engañar y chantajear al pueblo. Es mentira que los 130.000 millones sean para salvarnos. ¿Qué ganarán con ello los trabajadores? Sólo se benefician los bancos y los monopolios”. (Público 12/2/2012)


Una nueva vuelta de tuerca


El programa aprobado por el gobierno de coalición, integrado actualmente por el PASOK y Nueva Democracia, ataca los salarios y acaba con la negociación colectiva y los derechos laborales. Reduce el salario mínimo un 22% y para los menores de 25 años el 32%, pasando a 480 y 430 euros respectivamente. Esta medida afecta directamente al 25% de la fuerza laboral. Aunque los más perjudicados serán los aprendices, prácticamente todos los jóvenes trabajadores son catalogados de esta manera, y su salario quedará reducido a 350 euros mensuales. En el sector privado también bajarán los salarios, después de un retroceso del 25% en el último año. El plan aprobado establece un nuevo sistema de negociación colectiva, y a partir de ahora se podrán modificar todos los contratos de trabajo individualmente. También se congela la antigüedad laboral, imprescindible para el cómputo posterior de las pensiones, que se reducirán una media del 15%. Se reforma el sistema de pensiones, abriendo así la puerta a nuevos recortes y a un nuevo incremento de la edad de jubilación. Según un estudio de la central sindical GSEE, el Estado griego se quedará sin dinero en junio para pagar las pensiones y eso significará una nueva reducción de las mismas entre un 30 y 40%.


El plan incluye nuevos despidos en el sector público: en total 150.000 hasta el año 2015. Se reducen drásticamente el gasto público y las ayudas sociales; los incapacitados y aquellas personas que padecen enfermedades raras ya han dejado de percibir subsidios y ayudas para los medicamentos. Se anuncian nuevas privatizaciones, incluidas infraestructuras básicas como aeropuertos y puertos. Se ha aprobado también el cierre de decenas de instituciones públicas, incluidos colegios, institutos, departamentos universitarios y agencias gubernamentales.


La crisis del capitalismo griego y la catástrofe social consecuente


A pesar de los sucesivos “rescates” y de las medidas de austeridad, la economía griega ha entrado en su quinto año consecutivo de recesión. Desde 2008 la economía ha caído un 14%. En 2011 el PIB se redujo un 6,8% y la producción industrial se contrajo un 11,3%. La caída en picado del poder adquisitivo de la población griega agrava la situación y reduce brutalmente la demanda interna. El gobierno reconoce que dejará de ingresar 1.500 millones de euros de los impuestos recogidos a través de los salarios, y el sistema público de pensiones aumentará su déficit: perderá 2.000 millones de euros, a los que se deben añadir otros 2.000 millones que no ingresará la Seguridad Social por los trabajadores que han pasado a engrosar las filas del desempleo.


Mientras el gasto social se recorta hasta el hueso, los salarios se hunden, y las pensiones se evaporan, los grandes capitalistas griegos, esos patriotas que aplauden y exigen la aplicación de estos planes draconianos, evaden impunemente capitales hacia los bancos suizos y alemanes. El propio gobierno reconoce una evasión fiscal de 37.000 millones de euros en el último año, y desde el inicio de la crisis los capitalistas han sacado del país 560.000 millones de euros, dos veces la deuda nacional. Esta es la razón esencial de que, a pesar de todas las medidas de austeridad y recortes, la deuda haya pasado del 113% al 160% del PIB en los últimos tres años.
Los ataques constantes a las condiciones de los trabajadores griegos han tenido como consecuencia una catástrofe social desconocida en tiempos de paz. Desde hace dos años los empleados públicos han sufrido una reducción salarial del 50%, y en global los ingresos familiares han caído un 30%. Más de un millón de personas están en paro, uno de cada cinco adultos y uno de cada dos jóvenes. Sólo un tercio de los parados cobra subsidio de desempleo, y las ayudas han pasado de 460 a 360 euros mensuales. La presión sobre la población es insoportable: los precios de los productos básicos son semejantes a los del resto de Europa Occidental, así que para muchos griegos la supervivencia es casi una tarea imposible.


El fenómeno de “los sin techo” se ha disparado: sólo en Atenas se ha incrementado entre un 20 y un 25%, y más de 20.000 personas malviven en las calles de la capital. En este caso no sólo se trata de trabajadores que han perdido su empleo: “Hay de todo, ahora hay clase media, abogados que pierden su casa y comenzaron a dormir en las oficinas, la gente hace cola para pedir comida en la misma calle donde estaba la Bolsa de Atenas”. (El País, 18/2/2012). La pobreza y el riesgo de exclusión social se ha incrementado dramáticamente: según datos oficiales más de un tercio de la población, 860.000 familias, viven bajo el umbral de pobreza.

El abandono de niños, la desnutrición infantil, los suicidios, alcanzan niveles de países del llamado Tercer Mundo. La BBC recogía las palabras de un sacerdote ortodoxo: “En el último año hemos recibido centenares de casos de padres que vienen a dejarnos sus hijos… nos dicen que no tienen dinero, vivienda ni alimentos para sus hijos, esperan que nosotros podamos proporcionárselo”. A finales de enero el gobierno anunció la distribución de cupones de comida en escuelas de los barrios más golpeados, después de que la Federación de Profesores de Enseñanza Media denunciase “casos de alumnos de familias pobres que pasan todo el día en la escuela sin comer nada”.

Respuesta ejemplar de la clase obrera griega


Desde 2008 Grecia ha experimentado una oleada ascendente en la lucha de clases: 18 huelgas generales, cientos de huelgas en diferentes sectores, movilizaciones estudiantiles y ocupaciones de centros de estudio, a lo que sumar un auténtico levantamiento juvenil en diciembre de 2008 después del asesinato de un joven de 15 años a manos de la policía. Además se ha desarrollado un movimiento masivo de desobediencia civil bajo el lema “Yo no pago”, y cuatro millones de griegos han dejado de pagar, entre otros, el impuesto de bienes inmuebles.


La respuesta de la clase obrera griega al último ataque ha sido ejemplar, con dos huelgas generales, de 24 y 48 horas los días 7, 10 y 11 de febrero, que fueron secundadas por cerca del 90% de los trabajadores según los sindicatos. Las huelgas generales culminaron con la masiva e histórica movilización del 12 de febrero, mientras el parlamento discutía el programa de ataques, que reflejó la profundidad de la rabia, la frustración y la furia contra el gobierno y las instituciones europeas y financieras del capital. Sólo en Atenas, según los sindicatos, participaron más de 500.000 personas, pero decenas de miles más salieron a las calles en más de 62 ciudades y pueblos. Los medios de comunicación hicieron todo lo posible para minimizar el alcance de la protesta, algo imposible debido a la enorme participación. Como en tantas otras ocasiones, la prensa griega e internacional pretende desacreditar la movilización emitiendo casi exclusivamente imágenes de algunos edificios en llamas, y justificar la brutal represión policial contra los decenas de miles de manifestantes que se encontraban en la Plaza Syntagma rodeando el parlamento. A pesar de la represión, miles permanecieron allí hasta que terminó el debate a altas horas de la madrugada: 4.000 policías tuvieron que escoltar a los diputados en su entrada al parlamento y muchos lo abandonaron en helicóptero.


Los acontecimientos de estos dos últimos años han tenido profundos efectos sobre la conciencia de la clase obrera griega. Demostrando una disposición a la lucha formidable, cada vez son mayores las críticas entre amplios sectores del movimiento a las direcciones sindicales, por limitarse a convocar una huelga general tras otra sin proponer una alternativa revolucionaria que acabe con esta catástrofe. Es significativo que en las dos últimas manifestaciones, por primera vez en la historia, los dirigentes sindicales no hayan pronunciado ningún discurso, limitándose a leer un comunicado para evitar los pitidos y los gritos cada vez más generalizados que piden una huelga general indefinida.



Muestra del avance en los métodos de lucha de los trabajadores es la extensión desde hace unos meses de las ocupaciones de fábricas y centros de trabajo, bien porque ante la amenaza de cierre los trabajadores deciden ocupar y hacerse cargo de la empresa, o bien frente a los intentos de los empresarios de reducir salarios o incrementar la jornada laboral. Una de las ocupaciones más conocidas es la del hospital de Kilkis, gestionado desde hace semanas por los propios trabajadores. En el último comunicado de la Asamblea de Trabajadores del hospital, se anuncia que a partir del 20 de febrero el centro queda bajo el control de los trabajadores y que todas las decisiones sobre el funcionamiento del hospital serán tomadas en la asamblea general. En su manifiesto también hacen un llamamiento al conjunto de la clase obrera griega para que siga su ejemplo y extienda las ocupaciones y el control obrero. Lo mismo se puede decir del periódico Eleytherotypia, uno de los principales del país, en el que los trabajadores se han hecho cargo del mismo y lo han convertido en el principal portavoz de las luchas del movimiento obrero griego contra los recortes.

Otra protesta que se ha convertido en un foco de atención es la protagonizada por los trabajadores de la acería de Loukisa. La empresa anunció su intención de incrementar la jornada laboral y reducir los salarios: la respuesta de los trabajadores fue una huelga que se inició el 31 de octubre y la ocupación de las instalaciones. Pero no son casos aislados. Desde el 7 de febrero se han sucedido las ocupaciones espontáneas en los ferrocarriles para exigir al gobierno que readmita a los trabajadores despedidos, que se paguen los atrasos salariales y que se paralice la privatización de los ferrocarriles públicos. Los ejemplos son cada vez más numerosos: el Ministerio de Agricultura, ayuntamientos, empresas como 3E, Alter o Intracom. Al calor del movimiento “Yo no pago” en muchos barrios se han creado comités que organizan ollas populares, coordinan las protestas a nivel provincial e incluso nacional, como sucedió con la manifestación del 12 de febrero, distribuyen alimentos, etc., en los que participan miles de activistas a lo largo y ancho del país. Entre otras actividades, estos comités de barrio luchan contra los desahucios y para impedir que las compañías eléctricas corten el suministro a aquellos que no pueden hacer frente a la factura eléctrica. La empresa eléctrica privada Geroh Ltd., encargada de llevar a cabo los cortes de suministro eléctrico en Atenas, tuvo que cerrar sus oficinas después de que centenares de personas las ocuparan para impedir los cortes.

Giro a la izquierda


La lucha creciente de los trabajadores y la política de recortes han provocado una división importante en los partidos que forman el gobierno de coalición. Estas fracturas salieron claramente a la superficie en las negociaciones sobre este último plan de austeridad y fueron escenificadas en la votación parlamentaria del 12 de febrero. 22 parlamentarios del PASOK y 21 de Nueva Democracia rompieron la disciplina de voto y fueron expulsados de sus respectivos partidos. El ultraderechista LAOS abandonó el gobierno y expulsó a los diputados que votaron a favor, en una maniobra totalmente oportunista y demagógica. La desautorización y el descrédito de los partidos integrantes del gobierno de coalición se ha reflejado en la fuga creciente de sus parlamentarios: el PASOK ha pasado de 160 a 131 diputados y ND de 73 a 62. El segundo grupo más numeroso en el parlamento griego es el formado por 63 diputados expulsados o que han abandonado sus partidos en estos últimos meses.


En las condiciones de una crisis prerrevolucionaria, en las que todo el aparato parlamentario de la burguesía, sus instituciones y sus políticos están en el punto de mira de la furia de la población, incluso la convocatoria de elecciones generales para el próximo mes de abril no es ninguna baza segura para la clase dominante. La burguesía griega está dividida sobre la conveniencia o no de celebrarlas. Las encuestas muestran un profundo giro a la izquierda que se expresa en la proyección de voto de aquellos partidos que están a la izquierda del PASOK, es decir, DIMAR (Izquierda Democrática), Syriza y el KKE. Según las encuestas, el primero obtendría un 18% de los votos, y los dos últimos casi un 25% entre los dos. Los sondeos también pronostican una debacle histórica del PASOK, que pasaría a tener el 8% de los votos, y Nueva Democracia no superaría el 27%. En cuanto al ultraderechista LAOS las encuestas le dan tan sólo un 3,5% de los votos.


La perspectiva de que la izquierda pueda sacar más de un 40% de los votos, y especialmente el fortalecimiento del KKE, no sólo electoralmente sino en el movimiento sindical y juvenil como referente de masas, ha hecho sonar todas las alarmas de la burguesía griega y europea. Esta es una de las razones de peso que esgrimen para aprobar un posible retraso electoral, pero a corto plazo es difícil que consigan parar la profundización de este giro a la izquierda, no sólo de los trabajadores, sino también de un sector mayoritario de las clases medias que ha sufrido un deterioro brusco de sus condiciones de vida.


Un programa revolucionario para tomar el poder


La burguesía griega es consciente de lo que se juega, como también lo es la burguesía europea. En estos momentos, las condiciones para que la clase obrera tome el poder en sus manos y lleve a cabo la transformación socialista de la sociedad no sólo es posible sino que constituye la única alternativa al caos en que ha sumido la crisis capitalista a la sociedad griega.
En septiembre de 1917 Lenin escribió un artículo titulado La catástrofe que nos amenaza y como combatirla. Este texto, que constituyó uno de los documentos fundamentales del programa de los bolcheviques con los que se preparó la revolución de octubre, sirve perfectamente para entender las tareas de la izquierda en este momento crucial, y especialmente la política que debería adoptar su destacamento más importante, el KKE.


Como en la Rusia de 1917, Grecia se enfrenta hoy a un panorama desolador. Todas las conquistas del pasado están siendo laminadas, mientras los planes de austeridad y el sabotaje económico de los capitalistas han hundido la nación. La población ya ha manifestado, en el refrendo más importante de todos que es la lucha de masas en la calle, que no está dispuesta a soportar este calvario sin un combate a muerte. Las condiciones objetivas para la revolución socialista han madurado hasta alcanzar un punto decisivo: la clase dominante no es capaz de gobernar como lo hacía antes, y los apoyos en los que se ha basado en estos años, las direcciones reformistas del movimiento obrero en el PASOK y los sindicatos, están desacreditados. La clase obrera, al frente de los sectores oprimidos de la sociedad, se ha colocado en la vanguardia de la lucha, demostrando una capacidad de movilización y resistencia asombrosa. Que el capitalismo representa un callejón sin salida, que la sociedad debe de organizarse sobre bases realmente democráticas y ser gestionada por los trabajadores, que los banqueros, empresarios y el capital financiero internacional son los responsables de la catástrofe, y que el parlamento burgués no es más que una marioneta en sus manos, son ideas que cuentan con un apoyo masivo. Las conclusiones socialistas y anticapitalistas de una mayoría de la sociedad son tan evidentes, que incluso el sistema electoral burgués, con todos sus vicios y manipulaciones, no tiene más remedio que reflejarlo. También las capas medias, que en otras ocasiones han sido la base social de la reacción, han girado con rapidez a la izquierda, participando en las grandes demostraciones de la clase obrera. El fermento revolucionario es una realidad: la correlación de fuerzas es completamente favorable a los trabajadores.


Los obstáculos que se levantan contra la revolución son de otro tipo. El problema no es la falta de decisión del movimiento obrero, ni su conciencia clasista y socialista; no es la fortaleza de la burguesía o de su aparato estatal, cuando hemos asistido a numerosos ejemplos de que la represión policial no sólo no frena el movimiento, sino que lo endurece y amplia. La cuestión central en este momento es la imperiosa necesidad de que la izquierda, y especialmente el Partido Comunista Griego, el KKE, levanten una alternativa claramente socialista, abandonen toda confusión respecto a los objetivos de la lucha y organicen concienzudamente a la vanguardia de la clase con el fin de ganar al conjunto de la población para derrocar el capitalismo.
¿Cuáles deben ser los ejes fundamentales de este programa? Ideas muy sencillas, y que están presentes en la situación prerrevolucionaria que vive Grecia, y que una vez ganen la conciencia de la mayoría se transformarán en una fuerza imposible de parar:
Frente al sabotaje de los capitalistas, los planes de austeridad y recortes sociales, poner la economía bajo el control democrático de la mayoría de la población. Expropiación de la banca, los monopolios, las compañías de seguros, bajo el control democrático de los trabajadores. Movilizar los recursos existentes para combatir el desempleo y asegurar una vida digna a todas las familias.
Rechazo a todos los planes impuestos por el FMI, el BCE y la UE ¡No al pago de la deuda! El pueblo griego no debe nada a la banca internacional ¡Al contrario! Confiscación de todos los recursos del capital internacional depositados en Grecia. Confiscación sin indemnización del patrimonio y activos financieros de todos los grandes capitalistas del país. Esta es la única medida que puede frenar la fuga de capitales.
Renacionalización de todas las empresas públicas y sectores que han sido privatizados. Incremento drástico de los salarios, de las pensiones y defensa de la sanidad, la educación pública y de todos los servicios sociales.
Combatir el desempleo. Sobre la base de la expropiación de la banca y los monopolios, plan de choque para invertir en la creación de infraestructuras sociales, escuelas, institutos, hospitales, etc., dando empleo a los parados y a la juventud.
Contra el sabotaje de los capitalistas a la producción: Control obrero en todas las empresas, y nacionalización de aquellas en las que los empresarios planteen despidos o cierres.
Todas estas medidas, y muchas otras, son la condición para organizar la sociedad sobre bases democráticas, liberadas de la dictadura del capital financiero y las grandes empresas. Llevarlas a cabo exige, inevitablemente, de una lucha abierta por el poder obrero, que los trabajadores se hagan con el control de las palancas económicas y políticas fundamentales del país. Para este fin nacieron los partidos obreros, y se desarrollaron los partidos comunistas en todo el mundo. El KKE tiene en sus manos llevar a cabo esta alternativa. ¿Cómo hacerlo? Desde luego abandonando cualquier ilusión de que a través del juego parlamentario será posible conseguirlo. Incluso si el KKE lograra formar gobierno, tendría que enfrentarse inmediatamente a la hostilidad de los capitalistas griegos y europeos que utilizarían todos los recursos a su alcance para desalojarlos y aplastarlos. En esas condiciones, la mayoría en el parlamento sería completamente insuficiente. Sólo el apoyo consciente de la clase obrera y la mayoría de la población puede lograr una salida socialista al actual caos.
La tarea central de los comunistas, de los revolucionarios, no es crear ilusiones en instituciones que han demostrado que no son más que instrumentos al servicio del capital, cuyo barniz “democrático” no esconde otra cosa que la dictadura de los bancos. Al poder de la burguesía hay que oponer el poder de los trabajadores: impulsar la formación de comités revolucionarios en todas las empresas, industrias, tajos, escuelas, universidades y barrios. Comités basados en las asambleas, cuyos miembros deben ser elegidos democráticamente por los trabajadores y la juventud para llevar a cabo las tareas de la revolución socialista: el control obrero de la producción, y de la vida social; la organización de una huelga general indefinida para tomar el control de los centros de poder económico y político; el establecimiento de un Parlamento Revolucionario integrado por los delegados de todos estos comités para adoptar las medidas descritas anteriormente; la organización de la autodefensa de la clase obrera, en cada fábrica, en cada sindicato, en cada centro de estudio, en cada barrio; un llamamiento fraternal a los soldados e incluso a los miembros de los sindicatos de la policía a servir al pueblo, estableciendo comités revolucionarios y plenos derechos democráticos en su seno; y la extensión de este plan de acción al conjunto de la clase obrera europea: bajo la UE de los capitalistas y los banqueros no hay salida, pero bajo una Grecia fuera de la UE pero capitalista tampoco. Es necesario levantar la bandera del internacionalismo proletario que lleva inscrita la consigna de los Estados Socialistas de Europa.


Si el KKE, y su movimiento sindical PAME, llevasen a cabo este plan de lucha y defendiesen este programa político, abandonando cualquier posición sectaria y construyendo el frente único de la izquierda para lograrlo, segarían la hierba bajo los pies de aquellos dirigentes que, aunque critican al PASOK y las medidas de austeridad, no pretenden romper con el marco de las relaciones de propiedad capitalista. La dirección del KKE tiene una responsabilidad histórica. La experiencia de las políticas frentepopulistas e interclasistas defendidas por el estalinismo llevaron a la derrota de la revolución socialista en Chile, en Portugal, en España en 1936-39. La lista es larga. Hay que sacar las lecciones del pasado, incluyendo el desmoronamiento de la URSS, para preparar el triunfo de los trabajadores en Grecia. Un triunfo que se no se detendría en las fronteras griegas, sino que se contagiaría al conjunto de Europa y del mundo, donde los oprimidos seguirían el ejemplo de sus hermanos griegos hasta tomar el cielo por asalto.

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